sábado, 5 de marzo de 2011

¡ EL CAMBIO EMPIEZA POR NOSOTROS MISMOS !

El 10 de abril todos los peruanos tendremos la oportunidad de elegir un nuevo Gobierno y Parlamento Nacional en medio de una creciente crisis de credibilidad del sistema democrático.

Desde que el hombre habita la tierra y debe vivir en sociedad para sobrevivir y progresar, se han ensayado diversas maneras de administrar eficientemente las riquezas del pueblo, desde la “ley del más fuerte” en los inicios, pasando por los imperios, hasta llegar a la república; basada esta última en la independencia de los poderes del Estado y la alternancia en el poder.

Para lograr la eficiencia en el manejo del sector público es fundamental la existencia de partidos políticos. Estas instituciones deben de contar con ideologías con bases sólidas. No deben ser simples experiencias aventureras, sino entes generadores de propuestas con visión de futuro. Tampoco son propiedad de sus fundadores. Desde que son admitidos por el Jurado Nacional de Elecciones pasan a formar parte de la nación y por lo tanto deben representar una parte del sentir del pueblo peruano.

Las civilizaciones más avanzadas del mundo cuentan con un reducido grupo de partidos políticos en torno a los cuales se aglutinan las tendencias más difundidas: los conservadores que pertenecen a la “derecha”, los reformistas que representan a la “izquierda” y los intermedios entre ambas que son denominados “de centro”. Sin embargo, apreciamos con preocupación que en el Perú, existen diversidad de “partidos” de una misma doctrina se encuentran dispersos dificultando una elección madura y responsable.

En los últimos 20 años apreciamos una pérdida de valores y virtudes a todo nivel. Situación a la que no es ajena la administración gubernamental con una corrupción cada vez en ascenso, incapacidad profesional y moral en los cuadros dirigenciales, desprestigio de las instituciones rectoras de la economía, la justicia, la generación de iniciativas legislativas y hasta en las propias organizaciones religiosas.

Es hora de acabar con la atomización política y dar el gran salto a la modernidad. Promovamos la cultura del cambio, la calidad y la solidaridad. Dejemos de lado el “caudillismo” que sólo busca perpetuar en el poder a los “políticos profesionales o tradicionales” y dar paso a la renovación de los cuadros. Hay muchos jóvenes con vocación de servicio que son relegados o simplemente destinados a labores secundarias. La juventud no es el futuro del país. ¡Es el presente!

El cambio empieza por nosotros mismos. De lo contrario seguiremos observando las pugnas reeleccionistas y un creciente desengaño de la población. La culpa de la situación la tienen los propios partidos políticos. A ellos les corresponde convocar a los más capaces y honestos. A nosotros nos corresponde reflexionar y elegir bien. No tengamos una nueva decepción y un nuevo lamento ad portas del bicentenario.